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lunes, 3 de octubre de 2011

Salón Erótico de Barcelona 2011 (SEB)

Como otros años vuelve El Salón Erótico de Barcelona (SEB) que se celebrará del jueves 6 al domingo 9 de octubre de 2011 en la Feria de Cornellà. El SEB es el evento erótico más importante de España, un certamen donde no conocer y ver actuar a las mejores actrices y actores porno y eróticos nacionales e internacionales. Por lo que es un evento pensado tanto para mujeres como para hombres y que abarca todos los géneros sexuales. Pero además de actuaciones el SEB es un espacio donde informarse de temas relacionados con la sexualidad al haber: talleres y concursos relacionados con el sexo y el erotismo, boulevard comercial con todo tipo de productos eróticos, masajes eróticos, ruleta caliente, tatoos, plató de fotografía, etc.

El Salón Erótico de Barcelona es también un punto de encuentro de los profesionales europeos del sector, de webmasters a productoras, de sex shops a artistas y de operadores de móviles a canales de TV.

El Salón Erótico de Barcelona ha reunido un año más a los principales actores, actrices y directores del cine para adultos nacional e internacional, así como a los mejores artistas del striptease y shows eróticos. Si quieres ver el listado de actores pincha en: artistas del SEB 2011



Planeta Afrodita ofrecerá a los amigos de putas valladolid que no puedan asistir al SEB una colección de fotografías y vídeos exclusivos.

jueves, 8 de abril de 2010

LOS PLACERES COMPRADOS DE ROMA

Soy tuya por dos ases de bronce. De esta manera se ofertaba una prostituta a través de un grafiti en la ciudad de Pompeya, al igual que otras tantas lo hacían en todos los rincones del imperio romano. Los lupanares eran habituales en Valeria (Hispania), Cesarea (Judea), Timgad (África), y por supuesto en Roma, y dentro de ellos dependiendo del capital disponible, se podía acceder a un género variado, si bien en la Urbs existía una clara distinción en base a dónde estuvieran situados los burdeles. Así, el menos acaudalado debía dirigirse sin muchos escrúpulos y exigencias a los pestilentes, según los describió Horacio, fornices, situados en el Trastevere: mejorando la oferta, aunque también económicos, estaban los locales de la Subura, un reducto suburbano donde se concentraban los vicios y placeres de la capital del mundo; finalmente, si lo que se pretendía era limpieza y calidad, entonces el cliente podía cambiar de colina y trasladarse del Esquilino al Aventino para encontrar los burdeles más finos, en los que no era suficiente con llevar dos ases de bronce, sino que era precisa una bolsa llena y sin temor a dejarla vacía.
No obstante, a pesar de las censuras de Augusto o del intento de prohibición de Alejando Severo, la sociedad romana era mucho más liberal que la actual y, en un alto porcentaje los gustos sexuales no se limitaban a relaciones heterosexuales, por lo que quien quisiera disfrutar de los placeres de un efebo o un varón adulto sodomita disponía de ciertos locales ex profeso, o de los alrededores del puente Sublicio donde, ocultos en las sombras, esperaban los chaperos la llegada de clientes, aunque sin duda fueran las termas los mejores mercados para el tráfico del placer homosexual. La prostitución en Roma se consideraba necesaria para el hombre. De esta manera, Marco Porcio Catón, apodado el Viejo o el Censor, y considerado uno de los políticos más conservadores de la Antigüedad, la justificada como beneficiosa para el desahogo de los jóvenes pues evitaba que éstos se acercasen a las mujeres casadas y evitaba el adulterio.
Las matrona romanas liberadas por tanto del acoso pueril, recorrían las calles en su pasear cotidiano ataviadas con vestimentas y peinados poco llamativos y decorosos, muy distintos a los coloridos y provocativos trajes de prostitutas, que complementaban con desenfadados peinados y recargados maquillajes, todo ello para despertar el capricho masculino. Esta forma de vestir fue modificando sin pretenderlo la moda femenina, ya que loas mujeres honorables no tardaron en reivindicar el derecho a guardar en el armario su poca sugestiva stola blanca, adoptando otros usos más desenvueltos. La sociedad romana, en general, no mostró excesivo desprecio hacia la labor ejercida por las prostitutas; sin embargo, sí se ocuparon en apodarlas casi siempre de manera despectiva con nombres otorgados en relación a diferentes circunstancias o momentos. El más antiguo fue el de lupa o loba, curiosamente el mismo animal que amamantó a los fundadores de Roma y que constituye la raíz del término lupanar.
Otros términos humillantes fueron babosa, el molusco, que en latín era limas, o scrapta, refiriéndose al recipiente utilizado como escupidero. También se los nombró por categorías: en la más alta estarían la meretriz y la delicatae, es decir, las más discretas y caras: las prostibulis eran las que hacían la calle, y entre éstas se distinguían las estacionarias, como las scrotatio, o las ambulantes como las ambulatrae o questus; a las que frecuentaban los cementerios se les denominaba bustriae y si preferían ofrecer sus servicios en los acantonamientos militares, putae. Del mismo modo, el horario de trabajo también condicionaba la forma de designarlas, de manera que las que no tenía licencia diurna, es decir, las obligadas a ejercer después de la hora nona, eran las nonariae. Según su especialidad podía ser cularae, que permitían el coito anal, o fellatrices, especializadas en el manejo de su boca. Estas categorías condicionaban el precio de los servicios, pudiendo variar desde los dos ases, comose oferta en el grafiti de Pompeya, hasta la considerable suma de dieciséis. Sin embargo, las delicatae podían cobrar lo que quisieran, llegando a ser admiradas por su saber hacer o despreciadas en los textos literarios al ser consideradas como insaciables económicamente y arruinadoras de incautos. Plautó las satirizó en un texto al relatar cómo fue cazado por una meretriz un enamorado, poniendo en labios de la mujer una frase que debió ser muy habitual: dame esto por favor, amor mío, si me amas.
A la que contestaba el engañado: pues claro niña de mis ojos, tómalo y si quieres más no tienes más que pedirlo. Qué duda cabe que lo mejor para la economía era la abstinencia o, si la apetencia era acuciante visitar un burdel, con precios establecidos e incluso gravados con impuestos desde los tiempos de Caligula, ya que aunque se tratase de un lugar pestilente, oscuro y sin ventilación, el leno o propietario podía aconsejar al cliente sobre el género, éste podía disfrutar de intimidad e higiene posterior y después regresar junto a su familia una vez satisfecha su demanda. Algunos de esos clientes dejaban en los muros de las reducidas cellae meretriciae que servían como habitáculos para el acto sexual, una inscripción a modo de crítica para futuros clientes o, como en el caso de Pompeya, para ser recuperados siglos después, dando testimonio del comercio canal en la Roma imperial: Así que llegué aquí, follé y regresé a casa.


EL AMOR GRIEGO

Si la antigüedad tiene mucho que contar sobre la prostitución, el mundo griego es, junto con el romano, quién más información aporta. El hecho de que Atenas no estableciese leyes prohibiendo su práctica es señal inequívoca de la tolerancia que existía hacia este oficio, posiblemente por ser una importante fuente de ingresos, pero aun así se establecieron diversos tipos de sanciones. El hecho de ser permitida no implica necesariamente que estuviese bien considerada, como demuestra el hecho de que un padre pudiera renegar de su hijo si éste la ejercía, perdiendo todo derecho a los bienes paternos. Asimismo se perdían derechos públicos como el de tomar la palabra en la Asamblea del Pueblo.
Entre los griegos se distinguían dos tipos fundamentales de prostitución: la conocida como peporneumene, en la que la mujer vendía su cuerpo del mismo modo que se hace en la actualidad, como más común, y la hetairekya, en la que compartía cuerpo y casa durante periodos más o menos largos con quien la contrataba, antecedente claro de las cortesanas. Con el tiempo esta clasificación fue aplicada también a las relaciones homosexuales. La prostitución podía ser masculina o femenina, aunque el amor del hombre por la mujer siempre fue considerado como un amor vulgar, mientras que el amor superior, el amor griego, era el que unía a los considerados erasles – amantes maduros y activos – con los eromenoi – amados jóvenes y sujetos pasivos -.
La prostitución masculina estuvo considerada, al igual que la femenina, una profesión más, como demuestra el pago al telones de un impuesto que era revisado anualmente por el Senado de los Quinientos. Esta prostitución tenía lugar en el domicilio del cliente o en lugares habilitados al efecto, aunque quienes tenían la condición de esclavos solían estar en casas de prostitución. El cobro era en dinero, pero también recibían regalos llegando a veces a arruinar a los amantes cuando éstos pagaban, ya que la morosidad debía ser corriente tal y como apunta Aristófanes en Las ranas, quién sitúa en el infierno a los que marchan sin pagar después de haber gozado de un hombre joven, lo que obligaba a menudo a tener que hacer auténticos contratos. Paralelamente a esta prostitución existía otra más exclusiva que afectaba a jóvenes de buena familia los cuales llevaban una vida de lujo y tenían una alta cotización debido a su excelente formación.
Para prolongar en el tiempo la captación de recursos, en esta prostitución masculina se recurría a la emasculación, he hecho un joven castrado se vendía a mayor precio que el que no lo estaba. Por lo que respecta a la prostitución femenina, solía comenzar con la recogida de niñas por parte de alcahuetas, la compra por proxenetas o la aportación de unas madres dedicadas ya a la prostitución, o con los piratas que las vendían como esclavas o prostitutas tras capturarlas en las costas. Otro modo de obtener niñas, en este caso sin coste alguno, era recogiéndolas de las esquinas en las que sus madres las abandonaban dentro de las vasijas de barro. Las prostitutas de menor categoría, cuyo precio oscilaba entre dos óbolos y cinco dracmas, podían actuar por libre o con patronos o proxenetas, en calles y casas a las que acudía gente humilde, o buscando a sus clientes entre los marineros y comerciantes de los puertos, acabando generalmente en las peores calles del Pireo o dedicadas a tareas domésticas en casas de algún mal amo.
En cuanto a los proxenetas, estos solían ser hombres o mujeres que en algunos casos habían ejercido la prostitución con anterioridad pero que, tras emanciparse, se procuraban esta dedicación, entregando a su antiguo amo una parte de los beneficios obtenidos, era más habituales las mujeres proxenetas, en tanto que los hombres era patronos de burdeles. La primera lección que se daba a las prostitutas era sobre la contracepción y las prácticas abortivas, unos métodos entre la magia y la medicina de escasa efectividad. En el más alto nivel de la prostitución se encontraban las hetairas, acompañantes que sobresalían por su cultura, buen gusto, dominio de las artes, etc. En su juventud solían ejercer de forma clandestina para, una vez alcanzada la madurez, hacerlo oficialmente, acumulando riquezas y gozando de reconocimiento público. Además de por su intelecto, destacaban por su aspecto: andaban con elegancia y si eran de poca, estatura, colocaban suelas de corcho bajo el calzado, para dar forma al trasero usaban polisones, se colocaban senos postizos y todo esto lo complementaban con abundancia de afeites y perfumes. Algunas de estas hetairas destacaron en el mundo de las letras escribiendo tratados o poesía, como Artymassa, Fileris de Samos, etc. entre los clientes de estas mujeres había políticos o artistas que, a veces, se convertían en sus protectores a cambio de una sustanciosa cantidad de dinero, ya que no sólo eran valoradas como fuente de placer, sino también de prestigio al denotar su compañía riqueza, razón por la cual solían acompañarlos a actos públicos y muchas veces incluso se instalaban en su casa sin inconveniente por parte de la legítima esposa.
Se alquilaban por períodos largos y, ya que el costo era alto, a veces hetaira y precio eran compartidos por varios hombres e incluso eran compradas si así resultaba más rentable. La hetaira, si había sabido mantener su fortuna e influencias, podía llegar al extremo de Friné quien levantó frente al templo de Apolo Pítico, en Delfos, una escultura bañada en oro, obra de Praxíteles, que fue colocada entre los reyes lacedemonios y macedonios y, no contenta con esto reconstruyó las murallas de Tebas destruidas por Alejandro Magno.

LAS VÍRGENES PROSTITUTAS

Por encima de conjeturas sobre las costumbres y mora sexual del hombre preshistórico, la historia de la prostitución no debe remontarse más allá de donde abarcan los límites mismos de la historia. En los primeros listados cuneiformes asirios aparecen ya numerosas referencias sobre la prostitución. En la actualidad, siguen en pleno debate las interpretaciones sobre la prostitución sagrada en Mesopotamia y Oriente Próximo entre le tercer y primer milenio de nuestra era. Esta prostitución sagrada tendría su origen en la segunda mitad del III milenio antes de nuestra era.

Esta prostitución sagrada tendría su origen en la segunda mitad del III milenio a.n.e en Uruk, en torno al culto a la diosa asiria Inanna. Como parte de la celebración del año nuevo, una sacerdotisa, en representación de la diosa, mantenía relaciones sexuales con el monarca de Uruk que representaba a Dumuzi, un mortal cuya unión con Inanna garantizaba la fecundad de su matriz: una hierogamia o unión sagrada entre la diosa – madre y un joven dios estacional, o de la vegetación, que moría anualmente para propiciar la fertilidad de la tierra y el ganado. En este ritual – celebrado en marzo durante la fiesta de A-ki-til, coincidiendo con el equinoccio que separaba las dos estaciones anuales de los asirios, e-me-esh o verano y en-te-en o invierno-, jugó un papel determinante la transcendencia de las crecidas anuales del Tigris y el Eúfrates, responsables, como en el caso del Nilo egipcio, de la fertilidad de sus riberas. Tanto, al menos, como el reconocimiento del papel del varón en la reproducción animal. Esta hierogamia pasaría a la diosa babilonia Ishtar – Malati en las citas de Heródoto- en su relación con Tammuz, y se extendería a los pueblos vecinos en otras advocaciones, como la diosa anatolia Ma, la armenia Anaitis o la Astarté de las cosas fenicias. Adscrita en la cultura grecolatina a Afrodita y Venus, se extendería por Chipre, las islas Jónicas, la Magna Grecia, el norte de África e incluso el sur de la Península Ibérica.

Derivada de esta hierogamia numerosas fuentes antiguas describen ampliamente en todo el Próximo Oriente la existencia de una prostitución sagrada, ritual o religiosa. Heródoto es la principal de estas fuentes, describiendo dos tipos básicos de hierodulia o prostitución sagrada: por un lado, la profesada por las sacerdotisas del templo, que realizaban el acto sexual para propiciar por magia simpática la fertilidad de la tierra y de mujeres de la ciudad, por otro la realizada por todas las doncellas, sin excepción, obligadas a ser desfloradas por un extranjero antes del matrimonio. En ambos casos, el pago pasaría íntegramente a las arcas del templo para su sostenimiento. La primera alude a la dedicación a la prostitución, tanto de las sacerdotisas de Inanna como de travestidos dedicados a la prostitución homosexual. No existe ninguna evidencia de que las nadiätu – baldías, estériles, o las qasdätu – tabú, sagradas- asirias, consagradas a la divinidad, ni los assinnü – varones eunucos o travestidos encargados sobre todo de ciertos aspectos litúrgicos, como las profecías o los cantos y balies rituales – tuviesen relación alguno con la prostitución , más bien todo lo contrario, en cuanto que las sacerdotisas tenían la prohibición expresa de embarazarse. Sí la hay, sin embargo, sobre una cierta adscripción gremial y una gran devoción por Inanna – Ishtar – Astarté – Afrodita entre las prostitutas laicas. Numerosos textos atestiguan tanto la existencia y actividad de las asirias harïmtu – apartadas- como de las sumerias kar-did – la que hace los muelles- o kezertu – la de pelo rizado-. Su actividad, ubicada normalmente en la plaza pública, fuera de las murallas, o en los muelles, según su categoría, se trasladaba a los alrededores del templo en las fiestas religiosas y banquetes sacrificiales, especialmente en la celebración del año nuevo. Los votos o donativos ofrecidos al templo por estas prostitutas podían llegar a alcanzar sumas importantes. Será la participación en esta actividad –como cliente o como prostituta- durante la celebración de fiestas paganas, lo que rechace el Deuteronomio como abominación de Yahweh, así como los donativos obtenidos por la prostitución en las propias celebraciones hebreas.
El ofrecimiento de siervas como cortesanas al servicio de Ishtar – Afrodita, recogido tanto en textos clásicos en relación a Corinto, como en tablillas cuneiformes del siglo XIV a.n.e, tampoco parece una demostración de la pertenencia de esclavas sexuales por parte del templo, sino una forma de manumisión encubierta, común en ambos periodos y lugares también para otras deidades, una ficción jurídica en la que la liberación se interpretaba como la transferencia de un esclavo a un propietario divino, en estos casos concretos la dedicación a la prostitución como oficio: he entregado a Ütu-bälti, esclava por deudas, a Ishtar para la prostitución y la he liberado en el siglo XIV a.n.e, procedente de Nuzi al sudoeste de Kirkuk. Pero otra parte, también hay suficientes evidencias de la existencia de una prostitución prenupcial, pero en modo alguno como imposición ritual a todas las doncellas, sino como una aceptable opción de jóvenes huérfanas o con pocos recursos para conseguir una dote suficiente que les permitiese un matrimonio honroso. Una costumbre, por cierto, mantenida hasta fechas recientes en determinadas tribus norafricanas, y que no resulta en modo alguno moralmente reprochable ni motivo de rechazo para futuros pretendientes, pero, lógicamente, difícil de comprender en las culturas patriarcales, como la hebrea o la griega, que tanta importancia otorgaron al mantenimiento de la virginidad.
Una difícil comprensión que llevó a Heródoto y otros autores clásicos a su confusión con ritos religiosos de tránsito a la adolescencia comunes en el ámbito griego, como las arréforas, las plintridas, las aletridas, las osas de Braurón o las canéforas. Estos ritos eran las primeras participaciones en actividades litúrgicas, algunas con una fuerte carga de simbolismo sexual, de niñas entre diez y catorce años elegidas cada año preferentemente entre las familias nobles, como forma de socialización prenupcial. No resultaba difícil para Heródoto fundir este modelo, que le era familiar, los ritos hierogámicos, el libre ejercicio de la prostitución en los templos durante las festividades religiosas y la abundancia de doncellas dedicadas a tal actividad antes de un honorable matrimonio, para crear con todo ello la idea de un ofrecimiento ritual generalizado del desfloramiento a la diosa de la fertilidad.

EL OFICIO MÁS ANTIGUO DEL MUNDO

La prostitución consiste sencillamente en la concesión de favores sexuales a cambio de un pago ya sea en dinero, hechos o bienes. Pueden encontrarse otras muchas definiciones, revestidas de distintos matice, pero todas las que pretendan ser acertadas han de dejar bien clara la idea de que se trata de un negocio entre personas, la compraventa de un servicio. Por tanto las prostitutas serían un tipo de profesionales, ni más, ni menos. A este respecto, el límite entre qué es y qué no es prostitución en la actualidad, y sobre todo, qué fue y qué no fue en periodos anteriores, se encuentra bastante difuminado. La idea de las mujeres y los hombres haciendo la calle o ejerciendo su trabajo en burdeles está tan implantada en la concepción del término, que otra actitudes como el hetairismo, la barraganía, el amancebamiento e incluso cierto tipo de matrimonios, parecen encontrarse en otra categoría distinta a la prostitución más corriente. Sin embargo, como ha quedado definido al principio, prostituirse es vender favores sexuales a cambio de un pago, considerando dicho pago no sólo dinero entregado de forma inmediata, sino también la concesión de bienes muebles e inmuebles, e incluso la obtención de una vida más cómoda. La cultura occidental trata la prostitución como algo sustancialmente peyorativo, al moverse dentro del ámbito de la moralidad tradicional cristina y los convencionalismos de la normalidad. Se dice que algo se ha prostituido cuando está corrupto, puta y puto son insultos de uso común, una de las ofensas mayores que conciben es la de llamara a alguien hijo de puta y cuando un problema es muy grande se exclama automáticamente ¡vaya putada!.
Aunque hacer uso de los servicios de una prostituta es y ha sido una realidad desde la génesis misma de occidente, este tema se ha mantenido alejado de lo público, oculto en la vida íntima y secreta de cada individuo, incluso se ha perseguido y castigado. A pesar de los avances sociales, el tabú sigue teniendo el monopolio al respecto, y el cinisimo sigue siendo la tónica a la hora de hablar de prostitución en concreto y del sexo en general. Ésta es la causa de que los profesionales que viven y trabajan de este mundo no tengan ningún tipo de regulación laboral e países de talante tan moderno y progresista como España, Inglaterra, o EEUU. El vacío legal en lo tocante a la prostitución es hoy la causa de todos los terribles problemas que afectan a tal actividad, y que aparecen diariamente en los medios de comunicación: tráfico de personas, extorsión, prostitución infantil, violencia, asesinatos, etc.

Pero, ¿es la prostitución el oficio más viejo del mundo?. El modo de subsistencia de los primeros seres humanos consistió durante tres millones de años exclusivamente en la caza – recolección. Tal forma de economía perdura puntualmente en la actualidad teniendo en las comunidades que aún practican un valiosísimo testimonio vivo de cómo era la sociedad el Paleolítico. Disciplinas como la Etnología y la Etnoarqueología buscan características comunes a todas las comunidades no productoras, entre otras, para crear patrones similares. De este modo se sabe con bastante seguridad que la prostitución, en los términos estrictos señalados anteriormente, no tendría cabida entre los cazadores-recolectores puros, del mismo modo que no existe entre ellos la diferenciación por oficios. Si bien los miembros de un grupo pueden repartirse las tareas y algunos individuos llegan a especialzarse en una o varias de ellas, ninguno se consagrará a cierta actividad en exclusiva cobrando por ello. Los conceptos de propiedad, remuneración, pago, cobro, compra y venta son incoherentes con la forma de vida de las sociedades cazadoras – recolectoras. Si la prostitución supone, en esencia una compraventa, no pudo haber en el Paleolítico tal uso.
Una costumbre constatada entre algunas comunidades no productoras, como los cazadores esquimales, es la de ofrendar el cuerpo de la esposa o hija al huésped en señal de estima, pero esta hospitalidad sexual no conlleva ninguna obligación pecuniaria, aunque sí servilismo sexual. Sea como sea, en principio no se trataría de prostitución. Un sistema organizativo muy distinto presentan las sociedades de agricultores y ganaderos firmemente asentadas en la producción. En ellas, al aparecer la propiedad privada ya existen desniveles sociales, gentes que tienen más bienes que otras y que usan esta riqueza para obtener otros productos y pagar servicios. También existen personas que dedican su tiempo y su capacidad de trabajo a ciertas labores demandadas por el resto de la comunidad y pueden intervenir todas sus fuerzas a ofertarlas. Dentro de este tipo de grupos sí es posible la proliferación de oficios. Siguiendo este argumento es muy probable que la prostitución surgiera junto a las demás profesiones. En el momento en el que las cosas y servicios se empiezan a vender y comprar, el sexo podría haber entrado perfectamente en el mercado. Aunque por supuesto, no existen pruebas de que la prostitución fuera la primera de todas las profesiones, sí podría decirse que fue de los primeros oficios en ejercerse. La teoría decimonónica elaborada por Bachofen y Morgan y analizada por Engels, sobre un supuesto primer estadio de promiscuidad natural, desplazado posteriormente por diversos sistemas matrimoniales, también aportaba otro factor al surgimiento de la prostitución.
Pese a que la mayoría de las victorianas premisas de los análisis de estos autores deben rechazarse en la actualidad, ya que no se sustentan en evidencias arqueológicas ni etnográficas de ningún tipo, no hay que descartar completamente la hipótesis según la cual el origen de la prostitución se debería, en las sociedades productoras, no sólo al surgimiento de las transacciones comerciales o intercambios, sino también al cambio de actitud de la sociedad respecto a la sexualidad y a la transformación de las creencias y prácticas religiosas.