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jueves, 8 de abril de 2010

LAS VÍRGENES PROSTITUTAS

Por encima de conjeturas sobre las costumbres y mora sexual del hombre preshistórico, la historia de la prostitución no debe remontarse más allá de donde abarcan los límites mismos de la historia. En los primeros listados cuneiformes asirios aparecen ya numerosas referencias sobre la prostitución. En la actualidad, siguen en pleno debate las interpretaciones sobre la prostitución sagrada en Mesopotamia y Oriente Próximo entre le tercer y primer milenio de nuestra era. Esta prostitución sagrada tendría su origen en la segunda mitad del III milenio antes de nuestra era.

Esta prostitución sagrada tendría su origen en la segunda mitad del III milenio a.n.e en Uruk, en torno al culto a la diosa asiria Inanna. Como parte de la celebración del año nuevo, una sacerdotisa, en representación de la diosa, mantenía relaciones sexuales con el monarca de Uruk que representaba a Dumuzi, un mortal cuya unión con Inanna garantizaba la fecundad de su matriz: una hierogamia o unión sagrada entre la diosa – madre y un joven dios estacional, o de la vegetación, que moría anualmente para propiciar la fertilidad de la tierra y el ganado. En este ritual – celebrado en marzo durante la fiesta de A-ki-til, coincidiendo con el equinoccio que separaba las dos estaciones anuales de los asirios, e-me-esh o verano y en-te-en o invierno-, jugó un papel determinante la transcendencia de las crecidas anuales del Tigris y el Eúfrates, responsables, como en el caso del Nilo egipcio, de la fertilidad de sus riberas. Tanto, al menos, como el reconocimiento del papel del varón en la reproducción animal. Esta hierogamia pasaría a la diosa babilonia Ishtar – Malati en las citas de Heródoto- en su relación con Tammuz, y se extendería a los pueblos vecinos en otras advocaciones, como la diosa anatolia Ma, la armenia Anaitis o la Astarté de las cosas fenicias. Adscrita en la cultura grecolatina a Afrodita y Venus, se extendería por Chipre, las islas Jónicas, la Magna Grecia, el norte de África e incluso el sur de la Península Ibérica.

Derivada de esta hierogamia numerosas fuentes antiguas describen ampliamente en todo el Próximo Oriente la existencia de una prostitución sagrada, ritual o religiosa. Heródoto es la principal de estas fuentes, describiendo dos tipos básicos de hierodulia o prostitución sagrada: por un lado, la profesada por las sacerdotisas del templo, que realizaban el acto sexual para propiciar por magia simpática la fertilidad de la tierra y de mujeres de la ciudad, por otro la realizada por todas las doncellas, sin excepción, obligadas a ser desfloradas por un extranjero antes del matrimonio. En ambos casos, el pago pasaría íntegramente a las arcas del templo para su sostenimiento. La primera alude a la dedicación a la prostitución, tanto de las sacerdotisas de Inanna como de travestidos dedicados a la prostitución homosexual. No existe ninguna evidencia de que las nadiätu – baldías, estériles, o las qasdätu – tabú, sagradas- asirias, consagradas a la divinidad, ni los assinnü – varones eunucos o travestidos encargados sobre todo de ciertos aspectos litúrgicos, como las profecías o los cantos y balies rituales – tuviesen relación alguno con la prostitución , más bien todo lo contrario, en cuanto que las sacerdotisas tenían la prohibición expresa de embarazarse. Sí la hay, sin embargo, sobre una cierta adscripción gremial y una gran devoción por Inanna – Ishtar – Astarté – Afrodita entre las prostitutas laicas. Numerosos textos atestiguan tanto la existencia y actividad de las asirias harïmtu – apartadas- como de las sumerias kar-did – la que hace los muelles- o kezertu – la de pelo rizado-. Su actividad, ubicada normalmente en la plaza pública, fuera de las murallas, o en los muelles, según su categoría, se trasladaba a los alrededores del templo en las fiestas religiosas y banquetes sacrificiales, especialmente en la celebración del año nuevo. Los votos o donativos ofrecidos al templo por estas prostitutas podían llegar a alcanzar sumas importantes. Será la participación en esta actividad –como cliente o como prostituta- durante la celebración de fiestas paganas, lo que rechace el Deuteronomio como abominación de Yahweh, así como los donativos obtenidos por la prostitución en las propias celebraciones hebreas.
El ofrecimiento de siervas como cortesanas al servicio de Ishtar – Afrodita, recogido tanto en textos clásicos en relación a Corinto, como en tablillas cuneiformes del siglo XIV a.n.e, tampoco parece una demostración de la pertenencia de esclavas sexuales por parte del templo, sino una forma de manumisión encubierta, común en ambos periodos y lugares también para otras deidades, una ficción jurídica en la que la liberación se interpretaba como la transferencia de un esclavo a un propietario divino, en estos casos concretos la dedicación a la prostitución como oficio: he entregado a Ütu-bälti, esclava por deudas, a Ishtar para la prostitución y la he liberado en el siglo XIV a.n.e, procedente de Nuzi al sudoeste de Kirkuk. Pero otra parte, también hay suficientes evidencias de la existencia de una prostitución prenupcial, pero en modo alguno como imposición ritual a todas las doncellas, sino como una aceptable opción de jóvenes huérfanas o con pocos recursos para conseguir una dote suficiente que les permitiese un matrimonio honroso. Una costumbre, por cierto, mantenida hasta fechas recientes en determinadas tribus norafricanas, y que no resulta en modo alguno moralmente reprochable ni motivo de rechazo para futuros pretendientes, pero, lógicamente, difícil de comprender en las culturas patriarcales, como la hebrea o la griega, que tanta importancia otorgaron al mantenimiento de la virginidad.
Una difícil comprensión que llevó a Heródoto y otros autores clásicos a su confusión con ritos religiosos de tránsito a la adolescencia comunes en el ámbito griego, como las arréforas, las plintridas, las aletridas, las osas de Braurón o las canéforas. Estos ritos eran las primeras participaciones en actividades litúrgicas, algunas con una fuerte carga de simbolismo sexual, de niñas entre diez y catorce años elegidas cada año preferentemente entre las familias nobles, como forma de socialización prenupcial. No resultaba difícil para Heródoto fundir este modelo, que le era familiar, los ritos hierogámicos, el libre ejercicio de la prostitución en los templos durante las festividades religiosas y la abundancia de doncellas dedicadas a tal actividad antes de un honorable matrimonio, para crear con todo ello la idea de un ofrecimiento ritual generalizado del desfloramiento a la diosa de la fertilidad.

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